Monday, May 21, 2007

Adios

Otra vez en el tren.

El viaje sigue siendo el natural lugar de este hombre que narra nuestra historia. Los caminos y él parecen ser lo mismo pero ahora le hacen punzante compañía espinas muy clavadas de los dolores viejos, y los muchos amores dejados a la espalda hácenle al corazón el hueco de su ausencia, que nunca cosa alguna hacer pleno podrían, pues al igual que hay luces que dan oscuridades y formas de vestido que desnudan ambientes también hay compañías que nos hacen la soledad más sola pues hacen evidente, en grado sumo, aquello que nos falta a la vez que a la angustia la impotencia de poder alcanzar sólo, sólo, sólo.

El tren con sus bufidos, los humos de las altas chimeneas se pierden en el aire, su atmósfera gris de nuestra tierra que da tristeza al fondo de los montes. La Asturias neblinosa de los ríos negros, el paso va dejando la rural Asturias de la pradera verde; a la quieta figura de la vaca pastando en la ladera, al laurel siempre fresco y a los robles frondosos. El hórreo familiar y los bueyes bufidos del camino, los repajos cerrados por las lluvias de piedra, los montes que amenazan con su altura contender con el cielo, el misterio del valle cercado de si mismo. Un incipiente invierno encierra el horizonte, una cortina de agua camufla con la lluvia en los cristales los contornos borrosos del paisaje, luego, cesa el llover y en un llano del tren vuelve el silencio.

Afuera, unas figuras a lo lejos, quietas y tan fugaces a la visión que quiere aprisionarlas cuánto más cerca están de la ventana. Adentro, una tristeza ahonda, un llano contenido, un viaje sin conciencia de su término claro, un hombre sólo y triste igual que una hoja muerta llevada por el viento.

Mus